Por María Jossé España
Entre paredes de piedra tornada color verde jade se alberga un espacio de folklore guatemalteco. Exactamente en el cuarto nivel del Palacio Nacional de la Cultura, se ubica el estudio del Ballet Moderno y Folklórico de Guatemala que recibe bailarines para explorar distintas técnicas de danza con el fin de dar un mensaje de consciencia cultural al público.
Ileana Flores, maestra y coreógrafa de dicha compañía, con una postura elegante y solemne recordó, en la siguiente entrevista, el grand jeté que dio de la danza clásica al movimiento moderno y contemporáneo para exaltar la cultura de su país.
¿Cómo se desarrolló su infancia?
Mi infancia fue normal. Me gustaba mucho jugar. Me inquietaba la danza. Inicié mis estudios a los siete años, pero a los doce años ingresé a la compañía de la Escuela Nacional de Danza "Marcelle Bonge de Devaux". Entonces mi niñez y adolescencia se convirtió en ensayos, clases, funciones y, eso, cambió mi vida. De ser una niña juguetona a ser una estudiante de danza con un poco más de disciplina.
Entonces, ¿podría decir que desde pequeña inició su amor hacia la danza?
Yo creo que el amor por la danza va creciendo conforme el aprendizaje, la disciplina y el arte. Estudié para ser bailarina clásica, y al terminar, me di cuenta no me gustaba mucho. El maestro Fernando Navichoque me invitó a tomar clases con el Ballet Moderno y Folklórico. ¡Por eso yo le tengo mucho aprecio y cariño! Entonces dije: "Qué diferente y qué bonito". Ahí fue donde encontré el amor por la danza; por ser distinto en el movimiento y estilo.
La madre de la danza moderna, Martha Graham, dijo que "la danza es el lenguaje secreto del alma", ¿qué me dice al respecto?
Es un lenguaje, no solamente interno, que todos apreciamos. Es un lenguaje efímero, porque sólo vive en el momentito. La coreografía se presenta, luego muere, pero queda en la memoria de quienes la bailaron.
En su trayectoria como bailarina, ¿cuál considera que fue su presentación más impactante?
He realizado muchas presentaciones -sonríe-. Hay algunas que se sienten más que otras. Cada vez que se sube al escenario es especial. Es único e inigualable. Cada presentación es y se siente diferente, para mí y para el público. Sin embargo, los nervios son los mismos -ríe-.
Con algunos montajes coreográficos he sentido una fuerte conexión. En el Ballet, yo protagonizaba a La Novia que era parte de una danza tradicional de San Juan Sacatepéquez. Ese papel me inspiraba.
Hace dos años monté la obra Una Mariposa en la Ventana de Luz Méndez de la Vega. Soñé con esa obra día y noche. Me hizo reflexionar mucho sobre los derechos de la mujer y cómo se desarrolla dentro de la sociedad guatemalteca. Y me di cuenta que esta dispone a la mujer a ser machista. Fue sumamente impresionante.
¿Qué palabras tiene para la Patria del Criollo? ¿Cómo fue la experiencia de adaptarlo a la danza?
Uno de los objetivos del Ballet es difundir la danza contemporánea y folklorica al público joven para darles un mensaje. Busca temas adecuados que impacten. El director me propuso el libro y "¡Ay Jesús bendito!" dije -ríe-. La Patria del Criollo es un libro de historia que representa la cruda realidad. En el colegio sólo dan la parte "bonita", donde se da "gracias a Dios" por venirnos a conquistar -ríe-.
Leí el libro en la universidad, ya hace unos añitos -ríe- pero no le puse tanto interés y no recordaba. Al volver a leerlo, me pareció tan duro y crudo. ¿Cómo es posible que este libro siendo escrito por un criollo sea tan denso y fuerte? No lograba conectarme, por ello, inicié un proceso de búsqueda de información. Leí a varios autores y comparé fragmentos de la historia.
Fue un proceso largo, estuve un mes tratando de encontrarle el sentido, pero poco a poco surgió. Depende mucho del mensaje que se quiere dar al público. Además, Paulo Alvarado fue un excelente colaborador, quién creó la música para la obra. Fue un trabajo en equipo con él, también el director Fernando Juárez y los bailarines.
¿Qué me dice de Temporalidad?
Es un concepto mío e interno. Es un tema que siempre quise tratar: el tiempo. Lo veo más inmediato, porque cuando doy vuelta y veo hacia atrás me doy cuenta que han pasado muchos años.
Cada quién tiene tiempos distintos para amar; para soñar; para hablar; y para bailar. En un tiempo bailé, pero ahora estoy del otro lado (como coreógrafa) y así es mi tiempo.
Y, por otro lado, ¿qué aprecia más del Ballet Moderno y Folklórico de Guatemala?
Todo. Yo he crecido dentro del Ballet Moderno y Folklórico. Me ha abierto las puertas para desarrollarme desde mis inicios. Es mi casa. Es mi hogar. Le tengo mucho amor a esta compañía.
El Ballet ha sido una gran aventura. He viajado con ellos, y es lindo saber que por medio del Ballet le llevamos al mundo un pedacito de Guatemala. Y pedazos de tierra donde no sabían que existimos -ríe- porque yo tampoco sabía de ellos.
¿Quiénes son sus bailarines guatemaltecos favoritos?
Cuando yo estaba pequeña, soñaba con ver bailar a Eddy Vielman. Lo miraba tan lindo y decía "¡Wow!" Él era mi ídolo. También admiraba mucho a Christa Mertins. Siempre quise bailar como ellos.
¿Cuál es su opinión respecto al futuro de la danza en Guatemala?
Creo que vamos por buen camino, porque hay muchos jóvenes con ganas de hacer cosas nuevas y ansias de búsqueda. La danza en Guatemala es difícil porque es poco lo que hay para la población de bailarines guatemaltecos. Pero esta gente nueva dará frutos.
Sabemos que hay buenos y malos momentos en la vida, ¿el teatro le ha dejado algún recuerdo triste?
Lo más difícil fue cuando mi papá murió, porque justo el Ballet tenía una gira internacional. Tenía que enterrar a mi papá y al día siguiente salir de viaje. Fue muy triste, porque mi papá acababa de fallecer, yo tenía que estar con la compañía y no podía quedarme a los nueve días. A veces es triste dejar a la familia en momentos importantes que ya no vuelven.
¿Si volviera a nacer, sería de nuevo baiñarina?
¡Yo creo que sí! -ríe- pero de danza moderna desde el principio.
¿Existe un consejo para los bailarines jóvenes guatemaltecos?
Sí, más que un consejo es una motivación a que no dejen de buscar, crear y abrirse las puertas. La danza abre puertas, pero si existe trabajo, porque ello da frutos.
El maestro Fernando Navichoque dice que la danza debe ser acompañada de la academia.
No veo un bailarín que no se forme académicamente. Obviamente, sí existen y sí se puede, pero es indispensable la academia. Algunos tienen mejor condición física que otros que debemos trabajarla. Todos los bailarines deben estudiar no sólo una, sino varias técnicas, porque eso lo hace profesional. El Ballet Moderno y Folklórico desarrolla numerosas técnicas por la rama moderna.
Para finalizar, ¿se siente satisfecha con lo que la vida le ha dado?
Sí y no. El ser humano nunca está satisfecho con lo que tiene, y no sé si sea bueno o malo. Sí tengo que darle gracias a Dios, porque la danza me ha hecho estar en lugares donde jamás imaginé estar. Me ha llevado por rumbos diferentes.
Cuando era niña soñaba con viajar, conocer muchos lugares. Miraba las películas donde mostraban el Río Sena y la Torre Eiffel, pero no imaginé la danza me permitiría estar ahí. Y mostrar, a través de mi arte, toda la riqueza guatemalteca.
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